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El desierto de la Tatacoa
13.11.18
La siguiente parada que tenía planeada era el desierto de la Tatacoa, la segunda
zona árida más extensa del país. Se encuentra ubicada en la región de Huila y
para llegar a ella desde Salento es necesario tomar un autobús hasta Armenia y de ahí otro
a Neiva, la capital del departamento. Lo mejor es hacer todo este trayecto
por la noche y así no perder un día entero, sin embargo…¿cuál fue mi sorpresa
cuando llegué a la estación de autobuses de Armenia? En Colombia tienen muchos
días festivos, momento en el que los colombianos aprovechan para viajar, ya sea
de día o de noche, y por tanto, todos los autobuses con destino a Neiva estaban
llenos durante las siguiente doce horas. En la taquilla nos dijeron que era o
esperar, o coger otro autobús a Ibagué y de ahí un tercero al destino final.
Tuve la suerte de estar acompañada por dos amigos holandeses que conocí durante
mi paso por San Gil y que hicieron la espera más amena.
Creo que los tres recordaremos siempre este viaje,
nos tocaron los asientos cercanos al baño y el olor era insoportable, además
estaban reproduciendo una película con un volumen tan alto que era imposible
pegar ojo. Cuando ésta se acabó, decidieron poner el reggaetón como si
estuviésemos de fiesta y por si fuera poco, el aire acondicionado no funcionaba
bien y cada cinco minutos me caía una gota de agua en la cabeza. Por tanto, es
importante que sepáis que aunque decidáis coger un autobús nocturno en Colombia, esto no implica que vayáis a poder ir durmiendo…
Llegamos a Neiva sobre las ocho de la mañana, después
de más de diez horas cambiando de un transporte a otro, y tuvimos que coger
otro minibús más durante otra hora para, de una vez por todas, acabar en Villavieja, municipio donde se
encuentra el desierto de la Tatacoa. Es mejor alojarse directamente allí y
dedicarle al menos dos días. La Tatacoa aún no es un sitio muy visitado por lo
que no os esperéis hostels ni grandes lujos, pero si vivir una experiencia
diferente alojándoos en la casa de algún local o, si preferís en un camping.
Nosotros nos quedamos en el Castillo de la Reina, todo una institución en el desierto. Su
dueña, ya fallecida, comenzó a recibir a turistas hace muchos años. A su
muerte, su nuera Margarita, la mujer
que nos recibió, y su hijo Sebastián,
decidieron seguir con el negocio y hoy en día pueden alojar hasta 20 personas.
Podéis elegir entre acampar en su terreno, dormir en las hamacas que tiene a
disposición de los huéspedes, o como hicimos nosotros, reservar una habitación
privada para tres por 30.000 pesos por persona, ocho euros. Como no hay muchos
restaurantes en la zona, si lo deseáis, ella os preparará el desayuno, almuerzo
y cena, por un pequeño suplemento. Muy importante que probéis la carne de cabra, parte de la gastronomía
de la región.
Y como os he dicho en los párrafos anteriores, lo más
recomendable es quedarse dos días en
este área también conocido como el Valle de las Tristezas, nombre que le dio el
conquistador español Gonzalo Jiménez de Quesada. Como curiosidad, contaros que
no es un desierto, aunque se le denomine de esta manera, si no un bosque seco tropical dividido en dos
zonas: la roja y la gris. El primer día lo utilizamos para recorrer la roja, conocida como el sector del Cuzco, y a la que se puede llegar caminando desde el
Castillo de la Reina.
Os aconsejo que llevéis bastante agua y que no os dejéis llevar por vuestro instinto
explorador, ya que puede resultar difícil encontrar la salida y las
temperaturas son muy pero que muy elevadas. Id con cuidado y que no os pase
como a nosotros que estuvimos una hora tratando de volver al punto de partida.
Con el calor que hacía las fuerzas se nos fueron enseguida y decidimos pasar el
resto de la jornada en la piscina del camping/hostal
Noches de Saturno. Si queréis hacer lo mismo, el precio de entrada es 6.000
pesos, un euro y medio. Por la noche, aprovechamos para ver las estrellas y
acercarnos al Observatorio, donde os pueden explicar todo acerca de las
constelaciones.
El segundo día lo dedicamos a la parte gris del desierto, conocida como Los Hoyos. Está relativamente lejos de la parte roja y la opción
más barata para llegar hasta allí es hacer autostop. Si no os atrevéis podéis
hablar con Margarita, del Castillo de la Reina, y ella os ayudará a buscar un
tuktuk que os llevé hasta Los Hoyos. Y de nuevo, floreció en nosotros la faceta
de exploradores y decidimos adentrarnos tanto que volvimos a no saber cómo
salir. Tuvimos que subir a lo más alto de uno de los montículos que forman el
desierto gris y desde allí divisar dónde estaba la carretera principal. Si
preferís no vivir esta aventura, podéis contratar un guía que conozca el
terreno en vez de tentar a la suerte como nosotros.
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