Como ya os dije, el tercer
día pusimos rumbo a Cefalú. Es una
antigua ciudad y un municipio de Palermo. Se encuentra concretamente a 70
kilómetros de la ciudad, a los pies de un promontorio rocoso y es uno de los
mayores centros balnearios de la provincia. Esta ciudad, de pequeña dimensión,
atrae cada año a millones de turistas.
Empezamos el día en sus
playas que son de las más famosas de todo Sicilia y sobre las cinco de la tarde
comenzamos a ver la ciudad. Es de calles estrechas, suelo empedrado y llena de
tiendas de recuerdos, debido a su gran potencial turístico. Nos dejamos llevar
por sus calles y en una de las más importantes, Vía Vittorio Emanuele,
encontramos el Lavatoio, un lavadero
del siglo XVI que aún se conserva.
Continuamos hasta toparnos
con la Puerta de Pescara, una
antigua puerta medieval, de arco gótico, que constituía la antigua entrada a
Cefalú. Pasando esta puerta se encuentra el
puerto antiguo, de él ya solo quedan algunas pequeñas barquitas.
Por último, vimos la catedral de Cefalú, un templo
normando dedicado al Salvador y a la Transfiguración de Jesús. Fue inaugurada
en el año 1131 y está compuesta por una planta de cruz latina y tres naves que
se dividen entre sí a través de unas columnas de granito con base de mármol.
Si se va más días es
recomendable subir a la Rocca,
montaña de 278 metros donde antiguamente los árabes construyeron una ciudadela
y habitaron allí hasta el año 1063, cuando la conquista normanda les obligó a
bajar a la zona del puerto. Para poder llegar a la Rocca hay que subir por unas
escaleras conocidas como Salita Saraceno. Una vez arriba se pueden contemplar
los restos del II Castello.
Volvimos a Palermo, nos
duchamos y fuimos al Malox a tomar algo. Después nos llevaron al barrio de la Vucciria, uno de los mas
conocidos de Palermo y donde se encuentra
uno de los mercados más famosos de Sicilia. Este mercado tiene lugar
durante el día, pero por la noche se llena de gente tomando algo y disfrutando
de la música que resuena por todas las calles, convirtiendo el barrio en una
especie de discoteca al aire libre.
En nuestro último día en
Palermo, la madre de nuestro amigo Marco nos invitó a su casa y nos preparó una
auténtica comida siciliana. No he estado tan llena en mi vida, todo buenísimo.
Probamos el Gattò siciliano, era
como un pastel de patata con mortadela y queso. Después nos saco Pasta al horno con berenjenas, tomate y
queso. Podría seguir diciendo más comida todo el día, así que me voy directa al
postre: Cannoli siciliani, consiste en una masa enrollada en forma de
tubo y dentro posee los ingredientes mezclados con queso ricota.
Con cinco kilos más,
habiendo probado la comida siciliana y felicitado a la madre de Marco,
buenísima cocinera, estábamos listas para coger un avión al día siguiente y
despedirnos de esta gran ciudad, una de las que más nos ha gustado de Italia,
tanto por sus playas como por su gente. ¡ Hasta pronto Sicilia!
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