Otro de los días que estuve con mi amigo Harsha,
fuimos a conocer la ciudad de Galle
y el área cercana. En esta urbe se respira historia por todos y cada uno de sus
costados. Incluso mucho antes de que llegasen los europeos, quienes dejaron una
herencia arquitectónica impresionante, Galle ya era uno de los puertos más
importantes: el rey Salomón llegó allí en busca de marfil y pavos reales, como
se cita en la Biblia, y además era el principal punto de exportación de canela
en Asia.
Posteriormente llegaron los portugueses y
construyeron la mayor fortaleza de Europa en este continente, que después fue
potenciada por los holandeses. Como consecuencia, en las calles de la ciudad
amurallada, que me recordó mucho a Cartagena de Indias, en Colombia, se puede
ver el fuerte legado que los europeos dejaron. Lo primero que hicimos fue dar
un paseo por los bordes de la muralla,
desde donde se aprecia la arquitectura del lugar, en la que predominan las
casas bajas sobrepasadas por iglesias de color blanco con palmeras de gran
altura en los alrededores. Pero sobre todo, llama la atención la Torre del Reloj, que destaca por su
altura.
El siguiente punto de atracción, al que llegamos
bordeando la fortificación, es el faro
de Galle, el más antiguo de Sri Lanka, erigido en 1848. Desde ahí decidimos
adentrarnos en las callejuelas de la ciudad y perdernos por sus pequeñas
tiendas de recuerdos y restaurantes. Así fue como llegamos a la ‘Mansión Histórica’, un museo y galería
de arte que merece la pena visitar, ya que se pueden encontrar todo tipo de
reliquias.
Muralla
Faro de Galle
Mansión Histórica
Harsha, como ya os comenté, es uno de los mejores
anfitriones que he conocido. Tanto es así que no quería que me perdiese ni el
más mínimo detalle de su país y decidió llevarme a conocer la pagoda de la Paz Rumassala, construida por los monjes budistas
japoneses en el 2005, como parte de su proyecto de erigir templos de paz en
zonas de conflicto (Sri Lanka estaba en guerra por esa época). Este lugar de
culto está ubicado en una de las colinas que rodean la bahía de Galle, por lo
que las vistas son muy bonitas.
Justo debajo de la pagoda está Jungle beach, una playa que según dicen, contaba con una
espectacular belleza en el pasado, hasta que los turistas empezaron a llegar de
manera masificada. Lo mismo pasa en Unawatuna,
un pueblo costero que se ha ido dañando debido al turismo en masa. Sigue siendo
un sitio para visitar, e incluso pasar una noche ya que hay bastante marcha,
sin embargo, me esperaba mucho más de esta zona de Sri Lanka al haber oído
hablar de ella constantemente. Aun así, pasamos unas horas allí para hacer
tiempo y volver a la piscina del hotel
Hikka Tranz by Cinnamon, en Hikkaduwa, a ver el atardecer.
Pagoda de la Paz Rumassala
Jungle Beach
Playa de Unawatuna
Hotel Hikka Tranz by Hikkaduwa
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