Villa de Leyva , al ser considerado como uno de los pueblos más bonitos de Colombia, es también uno de los más turísticos y por...
Después de pasar unos días increíbles en Bogotá,
reencontrándome con viejos amigos e iniciando el viaje por Colombia de la mejor
manera posible, emprendí de nuevo la marcha y dejé atrás la región de
Cundinamarca para adentrarme en la de Boyacá. Mi siguiente parada fue Villa de Leyva, un pequeño con mucho
encanto ubicado a 165 kilómetros de la capital colombiana. Para llegar hasta
allí cogí un autobús en la estación de
Salitre y pagué 25.000 pesos, 7.15 euros, por un trayecto de tres horas y
media. Os recomiendo que antes de tomar un autobús os informéis bien de si va
directo a Villa de Leyva, de lo contrario, es posible que os dejen en Tunja, la
capital boyacense, y de allí tengáis que coger otro transporte.
En Villa de Leyva me esperaban Marta y Udito, los
tíos de mi amiga Ángela. Si ya había alucinado con la hospitalidad por parte de
mis amigos en Bogotá, aquí me quedé boquiabierta. A Ángela, colombiana de
nacimiento pero ciudadana del mundo, la conocí en Australia hace ya tres años.
Actualmente está viviendo en Francia al mismo tiempo que recorre Europa, por lo
que cuando yo llegué a su país ella se encontraba viajando por el mío. Aún así,
se puso en contacto con sus tíos, que a su vez se pusieron en contacto conmigo,
para acogerme durante mi estancia en este área. Fue increíble llegar y sentirme
como en casa, como si les conociese de toda la vida y mucho más aún después del
cansancio acumulado que tenía tras haber estado con la mochila a cuestas, de
hostel en hostel, durante tres meses.
Ellos se encargaron de mostrarme toda la zona, de que
probase la gastronomía del lugar, escuchase su música y me fuese enamorando más
y más de Colombia y sus locales. Villa de Leyva tiene un clima parecido al de
Bogotá, llueve frecuentemente y aunque no hace el mismo frío que podemos tener
en los inviernos europeos, conviene ir con ropa de abrigo. El día que llegué
hacía bastante malo, aún así todo el pueblo estaba abarrotado de gente al ser
festivo (en Colombia casi todas las semanas hay un día de fiesta, ¡qué bien
viven!).
El estilo de este lugar es colonial, debido a los
conquistadores españoles que llegaron a la zona y fundaron Villa de Santa María
de Leyva en 1527. La finalidad principal de este pueblo fue la de acoger a los
soldados después de la conquista y para ello se construyó una de las plazas más
grandes de Sudamérica (14.000 metros cuadrados), desde donde se formaban e
impartían órdenes a los regimientos militares. La plaza Mayor es hoy en día el principal punto de encuentro de la
Villa, todos los eventos se desarrollan aquí por lo que es difícil
encontrársela vacía, a no ser que vayáis a primera hora de la mañana. Además,
alrededor de ella están los principales edificios, como por ejemplo la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario.
Mi consejo es que vaguéis por sus calles, os perdáis
y conozcáis así el que dicen que es, y yo puedo corroborarlo, uno de los
pueblos más bonitos de Colombia. De esta manera iréis descubriendo sus pequeños
restaurantes y cafeterías, entre los cuales os recomiendo el Museo del Chocolate, una cafetería que puede resultar ser la perdición para aquellos que aman el
cacao.
Villa de Leyva con sol y a primera hora de la mañana
Iglesia de Nuestra Señora del Rosario
Plaza Mayor
Villa de Leyva con nubes y por la tarde
Museo del Chocolate
Después de pasar unos días increíbles en Bogotá , reencontrándome con viejos amigos e iniciando el viaje por Colombia de la mej...
Para aquellos que vayáis con tiempo o simplemente
queráis conocer más a fondo Bogotá y sus alrededores, os propongo dos planes
alternativos. Ambos son de medio día de duración ya que hay que trasladarse
hasta los mismos.
El primero de ellos es la Catedral de la Sal de Zipaquirá, a 42 kilómetros de la capital
colombiana. Hay que tener en cuenta que aquí las distancias, debido a los
sistemas montañosos, al tráfico de la ciudad y a que los autobuses públicos
suelen parar donde les viene en gana, se hacen bastante más largas que en
cualquier país europeo al que estéis acostumbrados. Para llegar hasta el pueblo
de Zipaquirá tendréis que coger el transmilenio hasta el Portal Norte, una de
las estaciones principales de Bogotá, y desde allí tomar el autobús correspondiente.
El precio de este último es de 5.200
pesos, es decir, 1,50 euros, y tarda aproximadamente hora y media. Desde el
pueblo, la mejor opción es coger un taxi hasta la entrada al recinto.
Esta catedral, obra del arquitecto rolo Roswell
Garavito Pearl, está considerada como “joya arquitectónica de la modernidad” por su patrimonio cultural,
religioso y ambiental. Se trata de un templo subterráneo construido en el
interior de las minas de sal de Zipaquirá que datan de 200 millones de años. Se
divide en tres partes: el Viacrucis, un pasillo en el que se representan las
distintas estaciones de esta práctica de oración; la Cúpula, desde donde se
pueden descender hasta los balcones y coro; y por último las naves de la
catedral, comunicadas por grietas que simbolizan el nacimiento y la muerte de
Cristo. Aquí es donde se encuentra el Altar Mayor con una cruz imponente de 16
metros de altura.
Edu me comentó que hay muchas personas que deciden
casarse aquí. La verdad es que no me llamaría mucho la atención pero… para
gustos los colores! El precio de entrada para turistas extranjeros es de 55.000 pesos colombianos, 16 euros,
algo que me pareció bastante disparatado. Una recomendación que os doy es que
si ya habéis estado en las minas de sal de Wieliczka, en Cracovia, os ahorréis
la visita a la catedral de Sal de Zipaquirá. Las otras son mucho más llamativas
aunque también el ingreso es más caro.
Entrada a la Catedral
Para aquellos que vayáis con tiempo o simplemente queráis conocer más a fondo Bogotá y sus alrededores, os propongo dos planes ...
Otras de las cosas que se puede, y se debería, hacer
en Bogotá es subir al cerro de Monserrate, ubicado en la cordillera oriental a una altitud de 3.152
metros, lo que hace que los que no estamos acostumbrados podamos sentirnos un
poco mareados. Su principal atracción, además de las vistas que ofrece, es la Basílica del Señor de Monserrate, un
santuario de peregrinación cuyos orígenes se remontan al año 1640, aunque la
actual fue inaugurada en 1920 tras ser reconstruida a causa de un terremoto en
1917. Se puede subir caminando o en funicular, este último tiene un coste de
20.000 pesos colombianos, es decir, aproximadamente seis euros.
La mejor hora para hacer el ascenso, siempre y cuando
el cielo esté despejado, es antes del atardecer, y así ir viendo como se
encienden las luces de la ciudad. Muchos de vosotros os preguntaréis cuál es el
edificio alto que se observa, pues bien, se trata de la Torre Colpatria, el rascacielos con más altura de la capital
colombiana. Consta de 50 pisos y en el último hay un mirador al que se puede
acceder, sin embargo, mi amigo Edu me dijo que no merecía mucho la pena. Al
bajar, podéis hacer una parada gastronómica en La Mola y probar sus arepas de huevo, si no tenéis tiempo, no os
preocupéis, siempre podréis esperar a llegar a la costa del Caribe, de donde
son típicas.
Vistas de Monserrate desde la Plaza Bolívar
Otras de las cosas que se puede, y se debería, hacer en Bogotá es subir al cerro de Monserrate, ubicado en la cordillera orien...
Caminando por la Candelaria y sus alrededores os
daréis cuenta del encanto que tiene la capital de Colombia, que muchos deciden
no visitar. Yo os recomiendo que si tenéis tiempo le deis la oportunidad, al
menos un día. Además alrededor de este barrio están muchos de los puntos de
interés de Bogotá, como por ejemplo el Museo
de Botero con una numerosa colección de obras donadas por el artista
colombiano. La entrada es gratuita.
De ahí se puede ir caminando hasta la siguiente
atracción, pero antes os recomiendo probar las
obleas, unos barquillos en forma circular en cuyo interior se suele poner
arequipe, como se denomina al dulce de leche en Colombia. Podéis buscar el
puesto en el que las probó Mick Jagger hace unos años. Todos los comerciantes
os dirán que fue en el suyo, sin embargo sólo hay una señora que tuvo esta
suerte y a la que no es fácil distinguir. Ella tiene colocada una foto junto
con el cantante… ¿os animáis a buscarla?
Y el siguiente lugar que Edu me mostró fue la plaza de Bolívar, la principal de
Bogotá y de Colombia. Antiguamente estaba rodeada de casas coloniales y en ella
se desarrollaba el mercado al que acudían los campesinos a vender sus
productos. La plaza ha ido cambiando a lo largo de la historia, desde la
ocupación española hasta lo que es hoy en día, un símbolo de la independencia
del país. Está rodeada de algunos de los edificios más importantes como: la Catedral Primada, construida entre
1807 y 1823 y considerada como Monumento Nacional; el Palacio de Justicia, sede del poder judicial de Colombia; la Corte Suprema de Justicia; el Capitolio
Nacional, sede del Congreso de la República y el Palacio
Liévano, que funciona como Alcaldía Mayor de Bogotá.
El Museo del
20 de julio, o Casa Florero,
pasa más desapercibido pero tiene una gran relevancia en la historia del país
ya que en esta pequeña casa colonial, ubicada en una de las esquinas de la
plaza, fue donde tuvo lugar el Grito de la Independencia el 20 de julio de
1810. En ese día los criollos se levantaron a protestar en contra de los
españoles. Y por último, por si a alguno de vosotros le llama la atención
cuando vayáis, el edificio ubicado en la esquina izquierda de la plaza (mirando
hacia la catedral) es el Colegio Mayor
de San Bartolomé, el más antiguo de Colombia y el cual sigue funcionando a
día de hoy.
Cerca de la plaza Bolívar está también la Casa de Nariño, residencia oficial
del Presidente de la nación y sede de gobierno del país. Este edificio fue
erigido en 1908 sobre la antigua casa del político y militar Antonio Nariño. Nos
dedicamos un rato a caminar por allí y pudimos ver también el Observatorio Astronómico Nacional, el
primero construido en América.
Calles de la Candelaria
Catedral Primada
Palacio Liévano
Capitolio Nacional
Palacio de Justicia
Colegio Mayor de San Bartolomé
Casa Florero
Casa de Nariño
Observatorio Astronómico
Caminando por la Candelaria y sus alrededores os daréis cuenta del encanto que tiene la capital de Colombia, que muchos deciden...
Como os dije en el anterior post, decidí empezar mi
viaje por la capital: Bogotá. Allí
me estaba esperando mi amigo Edu, quién vino a buscarme al aeropuerto y me
acogió durante mi estancia en la ciudad. Sólo tengo buenas palabras para su
familia, su novia Carolina y para él por haber hecho de mi tiempo en Bogotá
algo inolvidable. Gracias, gracias, y más gracias. Esta urbe es de gran tamaño
pero la mayoría de los viajeros suelen quedarse en la misma zona: La Candelaria, en pleno centro. Si os
alojáis en uno de los cientos de hostels que hay en este barrio no tendréis que
preocuparos mucho por coger el transporte público ya que casi todo puede ser
visitado a pie.
Si por el contrario decidís moveros de un lado a otro
de la ciudad, el transmilenio es la
mejor opción. Se trata de un sistema de autobuses articulados que cuenta con
sus propias vías de circulación por lo que se consigue evitar el tráfico que
caracteriza a la capital colombiana. Eso sí, siempre están llenos de gente y
por tanto hay que tener mucho cuidado con vuestras pertenencias. Aquí es
conocido como el famoso arte del
cosquilleo, que consiste en quitarte tu cartera, móvil o cualquier otro
objeto de valor sin que os inmutéis.
Un simple empujoncito, un tocamiento lateral
disimulado… estas personas saben cómo hacerlo así que no las desafiéis. Para no
ponerlas a prueba lo mejor es ‘no dar papaya’, frase típica
colombiana. ¿Qué significa esto? No coloquéis vuestro móvil en el bolsillo que
tan fácilmente puede ser abierto, no llevéis el bolso detrás y aun llevándolo
al frente, estaos pendientes de él y muchas otras cosas de sentido común que a
veces se nos olvidan. Ese (y la cantidad de gente que va en el transmilenio) es
el único problema que te puedes encontrar al utilizar el transporte público,
por todo lo demás podéis estar tranquilos: es seguro.
La
Candelaria, donde ya os he comentado
que están la mayoría de los hostels, es un barrio
muy bohemio y punto dónde se fundó Bogotá en el año 1538. En consecuencia,
alrededor del mismo se ubican casi todas las atracciones turísticas de la
capital del país. Su estilo colonial, herencia de los españoles, se mezcla con
el arte contemporáneo de los graffittis que inundan las paredes en todas y cada
una de sus calles. Siempre suele estar lleno de jóvenes, tanto locales como
extranjeros, pasando un buen rato al compás de la música de los artistas
callejeros que cada día van allí y le dan a la Candelaria un toque aún más
especial.
Su punto más neurálgico es la plazoleta del Chorro de Quevedo, donde antiguamente el zipa
(gobernante) de los muiscas, pueblo indígena que ocupaba este área, observaba
toda la sabana de Bogotá. Posteriormente, el padre agustino Quevedo instaló la
fuente pública, cercana a la cual se construyó en el siglo XX la Ermita de San
Miguel del Príncipe, que aún sigue en pie. Aquí, mi amigo Edu me hizo
probar la chicha, una bebida
alcohólica hecha con maíz, panela y agua, que tomaban los indígenas en las
ceremonias. También me comentó que no es recomendable tomar mucho ya que no
sólo la resaca es mala sino que produce algo de diarrea.
Calles de la Candelaria
Chorro de Quevedo con la Ermita de fondo
Si queréis conocer más acerca del arte urbano de la
Candelaria podéis hacer el famoso Graffitti tour, en el cual los artistas os explicarán un poco más acerca de
la historia de las pinturas que componen el barrio. Y si os gusta la fiesta este es uno de los mejores lugares para conocer la noche rola, como así se llama a lo que procede de Bogotá.
Como os dije en el anterior post, decidí empezar mi viaje por la capital: Bogotá . Allí me estaba esperando mi amigo Edu, quién...