En el anterior post compartía con vosotros el viaje de Banaue a Buscalan, una aldea
ubicada en las montañas del municipio de Tinglayan,
en la región Kalinga. Este pequeño
pueblo no era tan visitado hace unos años, el aumento de la afluencia del
turismo se debe, sobre todo, a las tecnologías de la información que han hecho
que una anciana de 98 años se haga mundialmente conocida. ¿Quién es ella? Su
nombre es Apo Whang-od Oggay, vive
allí desde que nació y es la última tatuadora
tradicional Kalinga, lo que se denomina como ‘mambabatok’.
En la antigüedad, los tatuajes de los integrantes de
la tribu Kalinga eran sinónimo de belleza, en el caso de la mujer, y de
valentía en los hombres, que normalmente marcaban su piel tras volver
victoriosos de las batallas. Whang-od logró ser tatuada gracias a su padre, quien
fue pagando a base de arroz. La gran mayoría, por no decir todas, las personas
que viajan hasta Buscalan lo hacen para adquirir
un tatuaje suyo. Con tattoo o sin él, visitar este poblado es totalmente
recomendable para los que viajéis a Filipinas y es posiblemente una de las
únicas zonas en las que el turismo que veáis sea local, siendo vosotros los
únicos extranjeros.
Como ya os comenté, debido a una serie de
imprevistos, no pudimos llegar allí hasta la noche. Sin embargo, Charlie, nuestro guía; su familia; y el
grupo de filipinos que se alojaba con nosotras nos recibieron amablemente y nos
ofrecieron sentarnos a charlar con ellos mientras bebíamos uno de los mejores
cafés que he probado. Sobre las 12 de la noche nos fuimos todos a dormir para
no hacer mucho ruido y respetar los horarios de los habitantes de Buscalan. Dormimos
aproximadamente 12 personas en la misma habitación, el suelo estaba cubierto
por sábanas y cada uno tenía su almohada y su manta. Hay que tener en cuenta
que fuimos en fin de semana, si se va de lunes a viernes hay menos gente pero
seguramente no sea tan divertido.
A las ocho de
la mañana la música empezaba a sonar y el olor del desayuno se colaba en la
habitación así que nos levantamos a ayudar. Comimos arroz, siempre presente en la dieta de
los filipinos, pescado deshidratado y pollo. Después esperamos nuestro turno
para ducharnos y empezamos a explorar el poblado. Para los que seáis un poco
exquisitos, no os imaginéis un baño como el que tenéis en casa: para hacer
vuestras necesidades hay una especie de letrina y para asearos una manguera, un
balde grande y un cubo más pequeño para ir cogiendo agua e ir echándoosla por
encima. ¡Inmersión total en la cultura Kalinga!
Nuestra habitación
Desayunando
A pesar de su edad, Whang-od trabaja de sol a sol, casi sin descanso, empezando las
sesiones de tatuajes cuando comienza la luz del día. El área donde ella trabaja
se llena de gente, la mayoría aguardan a que llegue su ansiado momento, otros,
como nosotras, se acercan simplemente a curiosear y a conocer a la estrella del
pueblo. Esta vieja técnica de tatuar,
conocida como ‘batok’, se logra a
través de una caña de bambú, una aguja procedente del pomelo y una tinta
natural compuesta de agua y cenizas. El interesado debe elegir su dibujo de
entre los diseños ya establecidos en una tabla de madera que cualquiera puede
observar, mostrárselo a la mambabatok, sentarse y relajarse. Son muchos los que deciden hacerse la firma de la anciana: tres puntitos.
Para realizar el tatuaje, Whang-od dibuja la figura
seleccionada y haciendo uso de los elementos que he citado anteriormente va
dando golpecitos para que la tinta penetre en la piel (una técnica bastante
dolorosa a juzgar por las caras de los valientes que se atreven). Cada diseño
tiene un significado y un precio distinto que suele ir de los 300 pesos
filipinos a los 500, es decir entre 5 y 10 euros. Hay que tener en cuenta que
son tatuajes tradicionales y por tanto no son perfectos. Un consejo para los
interesados en tatuarse: llevaros vuestras propias toallitas higiénicas y
recordar a Whang-od que cambie de aguja cuando sea vuestro turno.
La artista no
tiene descendencia, ya que su novio murió cuando ella tenía 25 años y desde
entonces ha permanecido soltera. Este
hecho ha preocupado a muchas personas que se preguntan qué va a ser de esta técnica tan tradicional cuando ella fallezca.
Pues bien, la anciana se ha ocupado de transmitir sus conocimientos a las
nietas de su hermana. Estas dos niñas no llegan a los veinte años de edad pero
ya empiezan a seguir los pasos de su tía abuela y a hacerse conocidas en todo
el mundo, sobre todo la mayor, cuyo nombre es Grace.
Apo en acción
Tattoos a elegir
Colas para los tatuajes desde primera hora
Grace y su hermana trabajando
Grace
Su hermana pequeña
En el anterior post compartía con vosotros el viaje de Banaue a Buscalan , una aldea ubicada en las montañas del municipio de Tinglayan , ...