Fiji siempre atrajo mi atención, desde el primer día que
oí el nombre de este país, probablemente en alguna película americana, quise
visitarlo. Sin embargo, lo puse en la lista de deseos sin esperar que se fuese
a cumplir, y exactamente hace un mes tuve la suerte de poder hacerlo realidad. Muchas
personas también ansían poder viajar allí, sin embargo, hay muchas otras que
nunca antes han oído este nombre y no saben dónde se sitúa.
Pues bien, se trata de un conjunto de 332 islas ubicadas en el océano Pacífico, cerca de Nueva
Zelanda y Australia. Se cree que el grupo prehistórico de los lapitas y los
antecesores de los polinesios habitaron en estas tierras desde sus orígenes,
alrededor del 3500 y 1000 antes de Cristo. En 1643 fueron descubiertas por el
aventurero alemán Abel Tasman y desde ese momento empezaron a llegar europeos a
ocupar los archipiélagos.
Posteriormente, en 1874, los ingleses hicieron de
estas islas colonia británica y por tanto los idiomas oficiales actualmente son
el inglés y el fijiano (que varía de una zona a otra). Finalmente, en 1970 fueron declaradas como
territorio independiente y su cultura permanece casi intacta. Dos factores a
tener en cuenta si se quiere viajar a Fiji es la moneda, el dólar fijiano, y la ventaja de que los
españoles no necesitamos ningún visado,
podemos estar un máximo de seis meses haciendo turismo.
Nosotros volamos con la compañía aérea Jetstar, de la que ya os he hablado más
veces y la cual cuenta con unas grandes ofertas. Llegamos al aeropuerto de Nadi y allí ya quedamos
impactados por la amabilidad y simpatía de los fijianos, que guitarra en mano y
con su famoso grito “Bula!”, que
significa “hola” o “bienvenido”, nos recibieron. Al llegar cambiamos el dinero,
nos salía mejor el cambio desde Fiji que desde Australia, y nos fuimos directos
al hostal Bamboo Backpackers, en
primera línea de playa y además con servicio gratuito de recogida desde el
aeropuerto.
Nuestra habitación detrás de la piscina
Playa frente al hostal
El primer día no nos dio tiempo a hacer mucho porque
llegamos por la tarde, sin embargo pudimos presenciar la ceremonia del kava, una antiguo ritual en el que los habitantes
de este conjunto de islas beben un líquido hecho con raíces. Antiguamente, esta
bebida sólo podía ser ingerida por personas de categoría alta, como sacerdotes, ancianos
o jefes de poblados pero hoy en día es imposible conocer a un fijiano que no
beba kava a diario.
Además, te explicarán todos sus beneficios y sus
fines terapéuticos en ámbitos como el sistema nervioso, urinario, muscular y
digestivo. Más adelante os daré todos los detalles de cómo funciona este ritual
en los poblados, ya que tuvimos la suerte de visitar uno de ellos. El sabor que tiene es a tierra y en muchas ocasiones se te queda la boca adormecida, merece la pena probarlo!
Machacando las raíces
Polvo para el kava
Ceremonia de kava en el hostal
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