Y tal y como os contaba en el post anterior, las
regiones de Santa Marta y La Guajira son las mejores zonas para acercarse a la
cultura indígena y conocer más sobre su pasado y, cómo no, su presente. Por
esta razón decidí emprender la aventura de viajar hasta el extremo más norte de Colombia, frontera con Venezuela, un área
inexplorado, recóndito y aislado, en el que vive el grupo indígena de los wayuu: la península de la Guajira
Acceder a ella no resulta fácil, es un gran desierto
de arena en el que el viento suele estar presente 24 horas, los 365 días del
año, y donde las temperaturas rozan los 40 grados. Estos factores, que lo
convierten en una zona remota e inaccesible, ayudaron a posponer la conquista
de los grupos indígenas por parte de los europeos. Sin embargo, hoy en día es
uno de los motivos por los que la península es considerada como una de las
regiones más pobres de Colombia, al no llegar la ayuda que sus habitantes
necesitan, entre otras cosas, comida.
Para conocer esta parte del país, que recomiendo al
100%, hay que tomar varios transportes y
existen distintas combinaciones. Yo cogí un autobús de Palomino a Cuatro Vías, por el que pagué 20.000
pesos colombianos, 5,55 euros, y ahí tuve la suerte de conocer a Joaquín, miembro de la comunidad wayuu.
Estuvimos hablando un rato y me comentó que lo normal era esperar a que
llegasen más viajeros para que el trayecto al Cabo de la Vela, pueblo
principal, saliese más económico, sin embargo, pasados 30 minutos me ofreció ir
en coche con su hermano por el precio habitual: 30.000 pesos, 8,32 euros.
También me comentó que solía hacer de guía en el Cabo y en Punta de Gallinas,
las dos paradas que tenía planeadas. Me transmitió confianza y decidí negociar
un precio que incluía un tour en Cabo de
la Vela y Punta de Gallinas, y la noche en el primer lugar. Desde que fui,
he compartido su número con varios amigos y todos ellos han quedado encantados,
por tanto, si estáis pensando en visitar La Guajira, os aconsejo que lo hagáis
a través de él, que conoce todos y cada uno de los secretos de esta zona aún
por descubrir. Podéis enviarle un Whats
App al número +57 313 6511158, además
estaréis contribuyendo al crecimiento económico local, en vez de realizar el
tour con una agencia (que, por si fuera poco, siempre sale más caro), y os
llevaréis una experiencia más real.
Lo mejor es salir temprano, ya que se tarda
aproximadamente cuatro horas en llegar, dejar las cosas en el alojamiento
(llevad lo esencial y dinero en efectivo, no hay cajeros), y empezar cuanto
antes el recorrido por el Cabo de la
Vela, o como los wayuu lo conocen: Jepirra, donde los espíritus de sus
difuntos llegan para realizar su tránsito hacia lo desconocido. Los hospedajes suelen hacerse en rancherías, o lo que viene siendo,
las casas de los wayuu y, por lo general, se suele dormir en chinchorros, hamacas de gran tamaño.
Después de dar un paseo por la calle principal,
conocer a la mayoría de sus habitantes y comprar algún que otro producto de
artesanía (es el mejor lugar para adquirir
las mundialmente conocidas mochilas wayuu), me vinieron a recoger para
dirigirnos al Pilón de Azúcar, una
colina a la que se sube en 15 minutos y desde donde se obtienen unas vistas de
infarto del mar Caribe y los arenales de la zona. Además, en lo alto del cerro
se puede ver un altar dedicado a la Virgen de Fátima. Posteriormente, nos
dirigimos a la playa Ojo del Agua y
acabamos el día viendo el atardecer
desde el Faro.
Y para poner el broche de oro a la primera jornada por el
extremo norte colombiano, me recomendaron probar la langosta, plato típico en el área… a día de hoy sigo acordándome
de lo buena que estaba y lo poco que pagué por ella: 25.000 pesos, ni siete euros. Ya con el estómago lleno, y con unas
cuantas piezas de artesanía más, decidí que la mejor idea era irme a dormir ya
que al día siguiente me vendrían a buscar a las cinco de la mañana para poner
rumbo a Punta de Gallinas.
Y tal y como os contaba en el post anterior, las regiones de Santa Marta y La Guajira son las mejores zonas para acercarse a la...